Emilia, una bella y mimada jovencita que vive en el agitado ambiente
de la Francia del siglo XIX, deberá enfrentarse a las fuerzas de una siniestra
logia vampírica cuyo líder se ha enamorado de ella. Emilia se verá obligada a
salir de su cómoda mansión en Lyon para sumergirse en las o curas energías de
Turín, la ciudad del Diablo, y liberar el alma de un misterioso personaje a
quien cree haber conocido en una vida anterior. ¿Hasta dónde llegará? ¿Por qué
extraña razón el destino la escogió a ella? Un amor más profundo que la muerte
podría demostrarle que es más valiente de lo que cree.
La segunda y esperada novela de Carolina Andújar, en cuyas páginas
vuelven a tomar vida algunos de los personajes estelares de Vampyr, nos
sorprende con otra trama arrebatadora, llena de aventura, intriga, suspenso y
amor, que tendrá en vilo a sus lectores para recordarles: “Nunca
digas de esta sangre no beberé”.
Si te gustó Vampyr no te podés
perder Vajda
Comentarios de la autora:
"En Vajda ~ príncipe inmortal verán de nuevo a muchos de los personajes
estelares de Vampyr y podrán conocer el desenlace de la
historia de Adrien y Martina <3 "
Un anticipo:
"Mi corazón latía con fuerza cuando nos acercamos a casa por la gran vía. Llegaríamos por la esquina derecha de nuestra calle y Rosendo recorrería la cuadra en el sentido de las manecillas del reloj, al revés de la forma en que yo había pretendido llegar a casa la noche anterior. No sabía qué tan efectivo sería para recuperar mis recuerdos pues estábamos iniciando el trayecto por el tramo que no recordaba haber caminado.
El sol se había puesto para cuando alcanzamos la
esquina, debía ser la misma hora en que me había perdido antes del ataque. Esta
vez el aire estaba cálido y el cielo había adquirido una tonalidad azul índigo.
Pude distinguir fácilmente las fachadas de las casas y la enramada de los
árboles con la poca luz natural que había.
Para mi sorpresa, la calle distaba mucho de ser
fantasmagórica. No era lo mismo pasar por allí en coche y en compañía de
Rosendo. Él aminoró la marcha y me concentré en los detalles: las casas eran
más lujosas que las del lado opuesto de la cuadra, todas tenían amplios
jardines anteriores sobre los que se levantaban inmensos árboles. En esto se
diferenciaban de las de nuestra calle, cuyos balcones estaban tan cerca de la
acera. Las puertas y ventanas aparentaban ser más sólidas y sus fachadas eran
sobrias e imponentes, ninguna estaba pintada de color y se apreciaban diversos
trabajos de piedra esculpida en los muros exteriores. Por último, algunas
estaban cercadas con rejas de hierro.
Una en especial, la más grande de todas, llamó
mi atención. Su reja era tan alta que sobrepasaba las ramas de los árboles. Un
camino de tierra aplanada atravesaba el antejardín hasta las anchas escaleras
de granito que conducían a la puerta principal. El arco del pórtico, de
alabastro, ostentaba el diseño intrincado de un magnífico dragón. Una
corazonada me dijo que había sido atacada justo frente a esa casa. Sentí que mi
sangre se helaba: a pesar de que no había bruma y podía distinguir cada revés
del pavimento, y aun si aquella calle lucía tan encantadora envuelta en el
esplendor de un nuevo crepúsculo, mi cuerpo recordaba lo que había ocurrido.
Estaba por pedirle a Rosendo que se detuviera frente
a la casa del dragón
cuando la reja se abrió de repente y un coche se aproximó a la salida por medio
de un camino lateral de piedras sueltas que adiviné debía conducir a la parte
trasera de la propiedad. El coche viró sobre el empedrado de la vía principal y
avanzó hacia nosotros. Las pequeñas heridas en mi cuello comenzaron a arder y
mi respiración se tornó pesada. Me llevé la mano a la garganta sin moverme de
mi lugar al lado de la ventana. Algo extraño me ocurría de nuevo, sentí vértigo
conforme los dos coches se aproximaban. Cuando los coches estuvieron uno al
lado del otro, Rosendo detuvo la marcha de forma subrepticia.
—¡Félix! —gritó, con voz de júbilo—. ¡Qué gusto!
¿Tú por aquí, de nuevo?
—¡Rosendo! —exclamó el otro cochero,
deteniéndose a su vez—. ¡Las cosas de la vida! ¿Quién iba a pensarlo?
Clavé la mirada en el compartimiento del otro
coche, ansiosa por descubrir quién estaba allí. Mis rodillas temblaban aún más
porque las negras cortinas del asiento del pasajero estaban corridas.
—¿Trabajando todavía para los Malraux? —preguntó
el otro cochero.
—¡Sí! ¿Y tú?
Antes de que Rosendo pudiera terminar su frase,
las cortinas se replegaron dejando a la vista un sombrero de copa.
—¡Félix! —gritó una voz masculina desde el
interior del coche—. ¿Qué demonios crees que haces?
—Perdone, señor, hace años que no veía a mi
primo Rosendo y pensé que…
—¿Qué brillante ocurrencia tuviste esta vez, si
se puede saber? —preguntó la voz—. ¿Pensaste que a tu señor se le antojaría
escuchar tus cotorreos durante un par de horas?
—No, señor, yo…
—¡Déjame adivinar! —interrumpió el otro, sacando
una mano enguantada por la ventana y golpeando la portezuela por fuera con un
fino bastón de metal—. ¡Creíste que sería importante enseñarme la divina virtud
de la paciencia!
—Sólo quería saber si… si Rosendo sabía algo
acerca del paradero de mi madre —masculló el pobre hombre, quebrándosele la
voz.
—¡Tu madre está muerta, Félix! —exclamó su amo—.
¡Te lo he dicho mil veces! Ahora haz el favor de reanudar la marcha, a menos
que quieras ir a hacerle compañía a tu difunta progenitora a partir de esta
noche.
—Sí, señor, como usted mande —dijo Félix con cara
de profunda tristeza. Al pasar junto a nosotros se despidió de Rosendo con una
inclinación de cabeza y grandes ojos llorosos.
No podía dar crédito a lo que acababa de
escuchar. Todo mi miedo se había disipado dándole paso a la más enardecida
indignación. Estaba lista para proferir una retahíla de palabras hirientes en
cara del desalmado que le había hablado de esa forma al mísero conductor acerca
de su madre. Me preparé para ello tomando una honda inhalación pero en cuanto
nuestras ventanas quedaron alineadas tuve que detenerme. El hombre que iba
dentro del coche giró la cabeza hacia el exterior y su mirada encontró la mía.
Nunca había visto ojos tan descaradamente cínicos y hermosos a la vez. Al verme
frunció el entrecejo por unos instantes y un segundo después una sonrisa
burlona comenzó a dibujarse en sus labios. Digocomenzó porque, en ese momento, Rosendo
aceleró la marcha y la imagen del hombre desapareció, dejando en su lugar el
inmenso dragón grabado que custodiaba la entrada de su casa. Podría haber
jurado que el suave arrullo de la brisa había sido reemplazado por el eco de
una sonora carcajada cuyas notas altas revelaban sorpresa, al tanto que las
bajas sugerían cruel satisfacción.
—¡Rosendo! —exclamé—. ¡Detén la marcha, por
favor!
Rosendo frenó los caballos y, antes de que yo se
lo pidiera, descendió del puesto del conductor y abrió la puerta del
compartimiento.
—¿Ha encontrado lo que se le extravió ayer,
señorita?
—¿Quién es ese hombre, Rosendo? —pregunté
agitada y sin responder a su pregunta.
—Es mi primo Félix, señorita —respondió con
expresión resignada.
—¡Sí, sí, esa parte la entendí! ¡Me refería a su
patrón! ¿Cuál es su nombre?
—Ha de ser el hijo del barón, señorita.
—¿El hijo del barón? ¿Qué barón?
—El barón de Halkett, señorita.
—¿Un barón vive en este vecindario? ¿Desde
cuándo?
—Hace unos diez años adquirió varias propiedades
de esta cuadra, pero sólo permaneció aquí una breve temporada. Todo parece
indicar que está de regreso.
—¿Y ese inicuo mentecato es su hijo?
—Eso creo, señorita. Se asemeja mucho al señor,
el antiguo patrón de Félix, sólo que el barón ya estaba entrado en años la
última vez que estuvo por aquí.
—¡Pues si de su padre ha heredado la vileza,
aquel se merece la baronía de los infiernos! Qué digo, la baronía… ¡el ducado!
Estaba furiosa con él. ¿Cómo se atrevía? Si no
hubiese visto la nívea piel de su rostro, el brillante cobalto de sus ojos y su
pelo azabache habría jurado que era el espectro que me había atacado la noche
anterior. Estaba segura de que el alma que estaba detrás de esa insolente
mirada sólo podía equipararse en maldad a la de un vampiro. Y, de no saber que
los vampiros eran cadáveres en descomposición que salían de sus tumbas en la
noche, habría jurado que el hijo del barón se reía de la rapiña de sangre a la
que me había sentenciado frente a su propiedad.
Era hora de ir a casa. El encuentro con el
inquilino de la casa del dragón había arruinado por completo mi propósito de
recobrar los desaparecidos recuerdos de la velada previa.
—Vámonos, Rosendo— dije.
—¿No ha hallado lo que buscaba, señorita?
—No, Rosendo —dije, antes de que mi buen cochero
cerrara la portezuela.
Para entonces supe que había perdido
irremediablemente la tranquilidad."
Aleteos de vampyr y plumas plateadas de túrul
;)
Para más información, visite el
blog de la autora:
<AQUI>
Me encanta esta autora :)además que es de mi país!! leí el primer libro y la verdad te engancha, por cierto es muy diferente porque el escenario es muy gótico así que te transporta a un mundo muy interesante.... gracias por la reseña :)
ResponderEliminarLa verdad es que me fascina vampyr, y estoy ansiosa por ller vajda. Gracias a ti por comentar!
EliminarSobre Vampyr y Vajda lean este link:
ResponderEliminarhttp://milinviernos.com/2014/02/21/campo-ricardo-burgos-lopez-sobre-unos-cuantos-vampiros-colombianos/
Es un artículo llamado "Unos cuantos vampiros colombianos". Se analiza allí la obra de Andujar y se concluye que sus novelas son basura, copias latinas de Stephenie Meyer que solo engañan a adolescentes tontos. Lèanlo.
Vajda y Vampyr son novelas básicamente para adolescentes sin mayor formación literaria, sólo una suma de clichés y nada más. En ambos libros la creatividad brilla por su ausencia, sólo se copia una moda editorial y hasta ahí va todo. Yeah.
ResponderEliminar¡Amo este libro y la forma en la que carolina Andujar me sorprende!. Te he agregado, tu blog me gusta bastente y te felicito por tu creatividad, te invito a que pases por mi blog. ojala te guste :) http://librolicos.blogspot.com/
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